Nuestros cuerpos y nuestras almas buscan constantemente la armonía al tiempo que tienen que enfrentarse y afrontar el estrés del día a día. Este estrés puede ser simplemente falta de sueño, los nervios previos a un examen, preocupaciones mundanas pero también puede estar relacionado con situaciones más complicadas como conflictos familiares, problemas emocionales o factores ambientales (humedad en la casa, frío…). Cada persona tiene su propia manera de tratar con las presiones del día a día y por lo tanto, cada persona reacciona de una manera única.

Los síntomas son la manera en que nuestro cuerpo intenta mantener esta armonía. Al liberar estos síntomas, nuestro cuerpo y nuestros órganos vitales siguen realizando las funciones para las que están hechos. Los síntomas son el lenguaje que nuestro cuerpo usa para expresar que está siendo capaz de hacer frente a lo que nos está ocurriendo. Es normal y saludable y estos síntomas tienen necesidad de expresarse y ser escuchados para que podamos llevar una vida saludable.

El hacer oídos sordos o enmascarar estos síntomas (que es lo que a menudo ocurre en medicina alopática y que se conoce como supresión) significa que nuestro cuerpo tiene que trabajar cada vez más duro para estar en equilibrio. De esta manera, mientras el cuerpo busca otra ruta para poder expresar estos síntomas, estos se volverán más serios y en algunos casos se harán crónicos,.

La homeopatía trabaja de una manera sutil y suave para ayudar al cuerpo a sacar y expresar los síntomas, además de curar el desequilibrio inicial.

La homeopatía puede ser usada a cualquier edad, no sólo en seres humanos sino también en animales y no tiene efectos secundarios. Los remedios homeopáticos utilizan recursos naturales del mundo animal, mineral y de las plantas y por eso algunos de ellos son tóxicos en su forma original. Lo que hace la homeopatía es diluirlos a un nivel tan pequeño que dejan de ser tóxicos, ya que al paciente solamente se le administra la energía o lo que llamamos la huella de la sustancia original.